Le Creuset Chile: 193 millones en desapariciones corporativas
8 min. de lectura

Tabla de Contenidos
La gestión de conflictos de interés suele percibirse como un proceso de auditoría tradicional, basado en declaraciones y formularios que se completan una vez al año para controlar riesgos de forma reactiva.
Casos recientes como el ocurrido en Le Creuset ponen en evidencia la importancia de contar con mecanismos de protección proactivos y automatizados, capaces de alertar tempranamente sobre posibles irregularidades y proteger los activos de la organización.
Más allá de los montos involucrados, este tipo de situaciones reflejan los riesgos reputacionales, culturales y operacionales que pueden afectar la sostenibilidad de una empresa.
En Plutto vemos cómo las empresas más avanzadas en Chile y el mundo están migrando hacia sistemas de control continuo, que permiten operar con mayor velocidad, eficiencia y transparencia, reduciendo los riesgos internos de manera preventiva.
En un entorno cada vez más dinámico, las organizaciones que adoptan herramientas inteligentes de monitoreo y control no solo previenen pérdidas financieras, sino que también fortalecen la confianza interna y consolidan una cultura de integridad y cumplimiento.
Lo que ocurrió en Le Creuset Chile
Durante un periodo de licencia de maternidad en Le Creuset, una ejecutiva fue contratada como gerenta de Finanzas interina para dar continuidad a las operaciones del área.
Durante su gestión, se detectó que una empresa externa —Speedyto SpA, de la cual la ejecutiva era propietaria en su totalidad— fue incorporada como proveedor y recibió pagos por $193.385.677, sin haber pasado por los procesos regulares de revisión y aprobación internos.
El caso nos hace pensar en lo importante que es cumplir con mecanismos sólidos de control y transparencia, especialmente en periodos de reemplazo o transición de funciones clave.
No se trata de una situación exclusiva: empresas en Chile y en el mundo enfrentan riesgos similares, donde la falta de visibilidad o trazabilidad en la relación con proveedores que tienen conflictos de interés no detectados puede provocar fugas de capital y afectaciones reputacionales.
Estos casos subrayan la necesidad de fortalecer los sistemas de validación de proveedores, segregación de funciones y monitoreo de aprobaciones, para asegurar una gestión ética, eficiente y alineada con los valores corporativos.

[^1]: Fuente: Diario Financiero, “Filial chilena de la francesa Le Creuset acusa a exejecutiva de estafa”, publicado el 20 de octubre de 2025. Disponible en: [https://www.df.cl/empresas/industria/filial-chilena-de-la-francesa-le-creuset-acusa-a-exejecutiva-de-estafa](https://www.df.cl/empresas/industria/filial-chilena-de-la-francesa-le-creuset-acusa-a-exejecutiva-de-estafa)
El problema del modelo actual
Gran parte de las empresas cuenta con políticas de conflicto de interés que exigen a los colaboradores completar declaraciones escritas una vez al año. En ellas se informan vínculos familiares o personales relevantes, que luego se almacenan en una base de datos o planilla para realizar cruces y detectar posibles relaciones con proveedores o clientes.
Si bien este enfoque cumple con los requisitos formales, presenta una limitación estructural importante: el riesgo no espera doce meses para manifestarse. Durante ese tiempo pueden pasar inadvertidos casos como el de Le Creuset, donde una colaboradora con intereses propios distintos a los de la empresa no declaró vínculos relevantes, generando una situación de potencial conflicto.
Un conflicto de interés no es estático, sino dinámico. Nuevas empresas se crean, los accionistas cambian y las relaciones personales evolucionan. Si la única revisión se realiza una vez al año mediante formularios, la organización está operando a ciegas el resto del tiempo.
Por eso, cada vez más compañías están adoptando sistemas de monitoreo continuo y automatizado, que permiten detectar cambios en tiempo real y actuar proactivamente. Este tipo de soluciones no solo previene irregularidades, sino que fortalece la transparencia, la confianza y la cultura ética corporativa.
La naturaleza de un conflicto de interés
Tener un conflicto de interés no implica necesariamente una falta ética ni un acto indebido. Lo problemático no es su existencia, sino su omisión o falta de declaración. Cuando estos se declaran oportunamente, existen protocolos corporativos que permiten mitigar su impacto y preservar la transparencia.
Un conflicto de interés se presenta cuando una persona o institución mantiene intereses contrapuestos —por ejemplo, entre un beneficio personal y un deber profesional— que pueden comprometer su imparcialidad o lealtad. En el contexto corporativo estadounidense, este tipo de situaciones representa un riesgo significativo, ya que puede derivar en fraude, corrupción o decisiones sesgadas que erosionan la confianza de inversionistas, clientes y empleados.
Los conflictos de interés pueden surgir en cualquier sector privado, desde las finanzas hasta la tecnología o la salud, y adoptan diversas formas según la industria. Por ello, reconocer, declarar y mitigar estos riesgos es esencial para mantener la integridad corporativa y cumplir con las obligaciones fiduciarias hacia la empresa y sus stakeholders.
Si bien es natural que existan relaciones o vínculos con proveedores, la organización debe garantizar que el proceso de adjudicación y contratación sea imparcial, estableciendo políticas y controles que aseguren que las decisiones no estén influenciadas ni manipuladas por intereses personales o conflictos no declarados.
Mejores prácticas de gobernanza para manejar estos casos
Las organizaciones pueden prevenir y controlar los conflictos de interés adoptando políticas y prácticas sólidas de gobernanza:
Política formal de conflictos de interés: La empresa debe contar con una política escrita que obligue a ejecutivos y consejeros a declarar cualquier interés personal en otra entidad que haga o pueda hacer negocios con la compañía. Esta política debe dejar claro que los involucrados se abstendrán de participar en las decisiones relacionadas con esos negocios, trasladando la aprobación a instancias objetivas. Una cultura corporativa que valore la ética debe enfatizar que ante el menor indicio de conflicto, se informe y se actúe con transparencia.
Revisión y aprobación independiente: Toda transacción con partes relacionadas (relacionada con un directivo, familiar o accionista mayoritario) debería ser sometida a la revisión de miembros independientes o de un comité especial antes de su ejecución. Este órgano evaluará si la operación se realiza en condiciones de mercado justas y si realmente beneficia a la empresa y no solo al ejecutivo involucrado. Es recomendable documentar comparaciones con proveedores alternativos o precios de mercado para asegurar que no se está pagando de más (o vendiendo por debajo del valor) debido al conflicto. Si el comité o consejeros independientes determinan que la transacción no es justa o necesaria, lo prudente es cancelarla o modificarla.
Controles internos y supervisión continua: Una lección clave de escándalos corporativos es la importancia de los controles internos efectivos. La empresa debe implementar sistemas de auditoría y reporting interno permanentes que permitan detectar operaciones inusuales, así como mecanismos de verificación automatizados —por ejemplo, herramientas que crucen información en tiempo real durante el proceso de onboarding de proveedores, antes de ser ingresados al ERP— para asegurar que cada alta cumpla con los procesos de due diligence y validación correspondientes.
Capacitación y cultura ética: Es aconsejable capacitar periódicamente a los directivos y empleados sobre qué constituye un conflicto de interés y cómo manejarlo. Inculcar una cultura donde se valore la integridad y la rendición de cuentas ayuda a que los mismos ejecutivos actúen con prudencia. Muchas empresas requieren que sus altos mandos completen cuestionarios anuales de divulgación de intereses (por ejemplo, listar si ellos o sus familiares cercanos tienen participación en proveedores, clientes o competidores relevantes). Esto facilita identificar conflictos potenciales con anticipación. Asimismo, contar con un código de ética robusto y hacer que cada ejecutivo lo firme y entienda (especialmente las secciones sobre conflictos de interés) refuerza la importancia del tema.
Aplicando estas mejores prácticas, las empresas pueden reducir enormemente el riesgo de conflictos de interés no gestionados. Un gobierno corporativo sólido –con transparencia, controles, equilibrio de poder y ética– no solo previene abusos, sino que también genera confianza entre los inversionistas y el público, protegiendo la reputación y la salud financiera de la organización a largo plazo.
Ejemplos relevantes de conflictos de interés corporativos
Caso Enron (2001): Enron Corporation protagonizó uno de los mayores escándalos empresariales en EE.UU., en parte por conflictos de interés no controlados. Su CFO, Andrew Fastow, creó sociedades especiales que realizaban transacciones con Enron; Fastow tenía participación oculta en esas entidades y las utilizó para desviar ingresos hacia sí mismo mientras Enron asumía las pérdidas. Este autobeneficio encubierto violaba las normas éticas y fiduciarias de cualquier corporación. Aunque el directorio de Enron aprobó excepcionalmente permitir a Fastow administrar esas sociedades (incumpliendo su código de ética), el arreglo resultó desastroso. Cuando se descubrió el entramado, quedó claro que Fastow había incurrido en fraude y conspiración, engañando a los accionistas sobre la verdadera situación financiera de la empresa. Las autoridades actuaron con firmeza: Fastow fue despedido y posteriormente condenado a seis años de prisión por su papel en el fraude.
Caso WeWork (2019): Un ejemplo más reciente lo ofrece WeWork. Su cofundador y entonces CEO, Adam Neumann, fue fuertemente criticado por entablar transacciones en las que tenía interés personal: Neumann llegó a comprar edificios que luego arrendó a WeWork, obteniendo millones en rentas pagadas por la empresa que él dirigía. Si bien estas operaciones fueron divulgadas a los inversores en cierta medida, generaron desconfianza y señalamientos de conflicto de interés, ya que Neumann podía beneficiarse como propietario mientras decidía, como ejecutivo, que WeWork alquilara esos inmuebles. Este y otros comportamientos (como préstamos personales garantizados con activos de WeWork y un control casi absoluto por parte de Neumann en la toma de decisiones) fueron mal recibidos por el mercado. Muchos inversores consideraron que la gobernanza corporativa era deficiente, lo que contribuyó al colapso de la valoración de WeWork en 2019 y a la cancelación de su salida a bolsa. La lección aquí es que incluso en start-ups de alto perfil, la ausencia de límites y supervisión frente a conflictos puede descarrilar el negocio.
¿Cómo solucionar esto ahora?
En Plutto ayudamos a más de 70 corporativos a automatizar la revisión de proveedores y construir una cadena de suministro confiable, incluyendo la detección temprana de conflictos de interés entre proveedores y colaboradores.
Cómo funciona
Declaraciones en línea con firma electrónica simple: Los colaboradores y proveedores completan sus declaraciones de conflicto de interés de forma digital, facilitando el cumplimiento y reduciendo la carga administrativa.
Cruces automáticos y alertas en tiempo real: Nuestro sistema realiza verificaciones automáticas que cruzan información entre empleados y proveedores, generando alertas inmediatas en caso de coincidencias o relaciones potencialmente riesgosas.
Con Plutto, los equipos pueden centralizar la gestión de proveedores, mantener la información actualizada según las políticas internas y monitorear cambios relevantes en tiempo real.
Cuando se detecta un posible conflicto, el sistema permite abrir un caso de investigación preventiva antes de que el proveedor sea incorporado a la nómina, reduciendo riesgos y fortaleciendo la gobernanza corporativa.

👉 ¿Quieres saber cómo implementar Plutto en tu empresa?
Conversa con uno de nuestros especialistas aquí.
